martes, 12 de febrero de 2008

NUESTRO CUSTODIO DEL LATÍN

El "Magister" Avendaño, 70 años de edad, 46 como catedràtico
Por Carlos Blanco Botero
Docente de Comunicación Social y Periodismo

El pasado 16 de octubre, en el marco del Festival Nacional de Teatro Universitario, Ascun 50 años, Alfredo Avendaño recibió un reconocimiento especial por: "Una vida dedicada al teatro universitario, a su liderago, a su amor por la magia de la escena y la literatura, impartiendo sus enseñanzas y experiencias a las nuevas generaciones para su formación integral".
A mediado de los años sesenta se presento ante el procurador provincial del municipio de El Banco, Magdalena, para responder pro su presunta promoción y difusión del comunismo, al interior del Colegio Nacional Mixto de esa población ribereña, donde se desempeñaba como profesor de literatura y español.

El interrogatorio fue largo, claro y contundente. A cada pregunta, y sin acudiente alguno, el profesor Alfredo Augusto Avendaño Pantoja respondió con los textos precisos de las encíclicas Rerum Novarum, Cuadragesimo Anno, Pacem Interris y Populorum Progressio y otros preceptos y postulados de la doctrina social de la iglesia, que si bien en Europa eran de fácil aplicación, en Latinoamérica sonaban como comunista, pero en el fondo lo único que reclamaban y reclaman es justicia social para las clases mas necesitadas de este lado del mundo.

Ante la contundencia de su propia defensa, al procurador no le quedo otra alternativa que archivar el caso y aceptar su desconocimiento sobre la posición social de la iglesia, como la desconocen miles de curas, asegura el “Magíster” Avendaño.

No era la primera vez que se imputaban tales señalamientos. En Tamalameque, un año antes, el sacerdote y amigo Jorge González Quintana, quien lo había invitado allí a dictar catequesis en comunidades deprimidas, le solicitó abandonar el pueblo, pues lo rumores sobre sus tendencias izquierditas crecían día tras día.

Su paso por Tamalameque fue determinante. Allí se reencontró con la vida civil, participó en política partidista y probó la docencia; tras 12 años como seminarista, apostolado que no logró consolidar como sacerdote, pues su ferviente admiración por las corrientes de la Teología de la Liberación que profesaban en Brasil el clérigo Hélder Cámara, en Perú el sacerdote Leonardo Boff, y en Colombia el cura Camilo Torres; se convirtieron en obstáculos para su ordenación.

La salida del seminario lo dejó en una gran confusión, y fue el párroco de Tamalameque quien le tendió una mano para que fuese allí a reflexionar y pacificar su espíritu. Las madrugadas lo sorprendían desvelado, y si bien nunca se encontró con la “llorona loca”, es consciente de que los mitos y leyendas que recorren las poblaciones del río Grande de la Magdalena se gestaron en esas noches calurosas que obligan a los pobladores a la tertulia callejera, creando personajes mitológicos, que hoy forman parte de nuestra rica tradición oral.


El educador

En el colegio de El Banco, a los estudiantes se les inculcaba el gusto por la literatura clásica y los idiomas. En ese plantel, Avendaño comenzó su participación en el teatro, unas veces como actor, otras como director, al igual que lo hace hoy, y desde hace 17 años, con el grupo de teatro del Universidad del Magdalena.

Pero el día de partir a buscar nuevos rumbos llegó, y en el mismo puerto se embarcó rumbo a Barranquilla, junto con su esposa Dionisia Alvarado, sus dos hijos mayores, Ángel Ricardo y Claudia Carolina, y unas enormes cajas de libros, entre los cuales se destacaban las lecturas clásicas en latín de Virgilio, Horacio, Tito Livio y Terencio, que aun lo acompañan.

Los dos años siguientes debió madrugar para viajar entre la “Arenosa” y Ciénaga, y así, dictar cátedra en el Instituto San Juan del Córdoba, hasta que un accidente de carretera, en el que hubo varios muertos, le afectó la vista, obligándolo a permanecer un tiempo en reposo, el cual concluyó, con la invitación del Colegio San Luís Beltrán de Santa Marta, para que se vinculara como docente en el área de Literatura y Español. Allí permaneció durante 19 años.

De manera paralela, pero en el horario de la tarde, entre 1983 y 1995 se desempeño como docente, hasta su jubilación, en el Colegio Oficial Distrital, un plantel de corte experimental por la condición y el comportamiento de los estudiantes.

Humanismo y Latín

Una vez concluida la primaria en su natal Guamal, Cáspulo Avendaño Martínez, su padre, consiguió internarlo en la Escuela Apostólica de Piedecuesta, Santander, bajo la tutela de los jesuitas, con quienes prosiguió su formación, en el Seminario Conciliar de Barrancabermeja, para posteriormente consolidar sus conocimientos en el Seminario Interdiocesano de Pamplona, Norte de Santander.

En su vida como seminarista las clases en latín se convirtieron en un ejercicio diario, a través de esta lengua estudió filosofía, teología y derecho canónico. Con sus compañeros de generación, de manera inadvertida hablaban y escribían en latín, alternándolo con el castellano. También incursionó en el griego.

Sus estudios religiosos y humanísticos continuaron en el Colegio Aloysiano en Bogotá, adjunto a la Universidad Javeriana. Luego se trasladó al Seminario Mayor de Santa Marta. Aquí cursó filosofía y teología.

Ante su rebeldía intelectual, poco importo que sus calificaciones fueran excelentes, y su rendimiento filosófico y teológico el mejor; sencillamente no recibió los avales de la Iglesia para promocionarlo en ninguna de las órdenes, de ahí que el único camino a seguir fue la incursión en la vida civil. ¡Tamalameque lo recibió!

“Ubi amatur non laboratur”

Lo que se ama no es trabajo, es un goce (uni amatur non laboratur). Con esta frase el “Magíster” Avendaño resume su actual actividad como docente de Latín en Derecho desde hace ocho años y Lecturas Selectas en Comunicación Social y Periodismo en nuestra universidad, donde además es el director del departamento de Gramática de la institución.

Para él, ir diariamente a la Sergio, entrar en contacto con sus estudiantes, compartir sus conocimientos, es un total goce. El “Magíster” como le dicen cariñosamente sus estudiantes, manifiesta que él ya esta en un momento de la vida donde no mira el reloj, ya no hay afanes. Dispone de todo el tiempo para que los jóvenes lo demanden, no por esto deja de ser exigente y riguroso, como es el latín mismo, y la vivencia del espíritu clásico por la perfección.
Tomado de la Revista Inay, de la Escuela de Comunicación Social y Periodismo, Universidad Sergio Arboleda - Santa Marta.