Cual es la verdadera naturaleza del otro? Porque solo se juzga bajo propios prejuicios? Solo porque soy como soy, todo lo que me rodea gira en función mía, y de mi pensamiento?, “todo lo que sucede a mi alrededor, es mirado por mis ojos, bajo la luz de mis conceptos y creencias”. Podrían ser los cuestionamientos al encontrarse cara a cara con la obra de Marco Antonio de la Parra, en especial con esta, El Ángel de la Culpa, de la misma manera que el detective crea y juzga al muchacho por la muerte de un viejo. A veces las apariencias nos engañan, la realidad no es tal cual como la vemos, o creemos ver. Esta metáfora es punto de análisis para una reflexión sobre lo que se ve, lo que se cree ver y la forma como se ve, como también, de un dialogo con nuestro interior en función del espacio.
La ciudad, como espacio donde se recrea la vida urbana moderna, es sinónimo de peligro, de perversión, la mente humana siempre tiende a lo prohibido, sólo que ante la sociedad lo oculta, el humano moderno mantiene una doble vida, una diurna, donde aparenta un “ser” noble y solidario, y una nocturna donde su ser, ese ser irracional, surge y se desenvuelve con toda su plenitud, por eso la ciudad es también noche, oscuridad.
Un detective llega a un lujoso apartamento al llamado de un crimen, en el, encuentra el cadáver de un hombre y un muchacho semidesnudo junto a este. El detective intenta entrar en la sicología del muchacho queriendo esclarecer el crimen, pero en realidad, es en su propia sicología que se sumerge, sacando a relucir todas sus perversiones y conflictos internos, a confesar todos sus crímenes, como todos aquellos que le ha tocado presenciar. Tomando su propia experiencia, recrea la historia de lo que pasó en el apartamento, y juzga la culpabilidad del muchacho. Por su experiencia como detective, asume que lo que sucedió fue una pelea entre homosexuales, y de ahí parte toda su configuración de los hechos. Descarga toda su furia en el muchacho, furia contra la sociedad en la que le ha tocado vivir, con un trabajo odioso y mal pago, cercano a todo lo bajo de la sociedad, unos deseos sexuales reprimidos y juzgados por su entorno.
Este es un intento de reflexión acerca de la vida, de la cotidianidad, de la noche, de todo aquello que nos comprime como seres humanos. Es también un intento de reflexión acerca de la verdad, de esa verdad que todos ocultamos por miedo a lo que pueda generar, que le ocultamos a nuestra familia, a nuestros amigos, a nuestros pueblos.
Así mismo, todos jugamos a una doble moral, jugamos a mostrar una cara “buena” y mantener otra no tanto, y juzgar a los demás, utilizando ese lado “bueno”, pero al mismo tiempo perjudicándolos con el otro. Quizás ese sea el lado verdadero, quizás nuestra naturaleza sea mezquina, o quizás, también seamos victimas de las circunstancias, solo que, por un sinnúmero de motivos que nos inventamos, escondemos esa doble condición de victima/victimario, y no le damos la oportunidad a otros, de conocer de nuestras culpas, nuestros “pecados”, de liberarnos, de sacar todo eso que corroe el ser… quizás esta sea una obra que nos invita al dialogo, a que saquemos eso que está en nuestra interior, pero que ocultamos y nos daña, y en cierto modo, ser libres, ser limpios, a que miremos con los ojos de los otros, nuestro interior, y de ahí sí, construir…
La ciudad, como espacio donde se recrea la vida urbana moderna, es sinónimo de peligro, de perversión, la mente humana siempre tiende a lo prohibido, sólo que ante la sociedad lo oculta, el humano moderno mantiene una doble vida, una diurna, donde aparenta un “ser” noble y solidario, y una nocturna donde su ser, ese ser irracional, surge y se desenvuelve con toda su plenitud, por eso la ciudad es también noche, oscuridad.
Un detective llega a un lujoso apartamento al llamado de un crimen, en el, encuentra el cadáver de un hombre y un muchacho semidesnudo junto a este. El detective intenta entrar en la sicología del muchacho queriendo esclarecer el crimen, pero en realidad, es en su propia sicología que se sumerge, sacando a relucir todas sus perversiones y conflictos internos, a confesar todos sus crímenes, como todos aquellos que le ha tocado presenciar. Tomando su propia experiencia, recrea la historia de lo que pasó en el apartamento, y juzga la culpabilidad del muchacho. Por su experiencia como detective, asume que lo que sucedió fue una pelea entre homosexuales, y de ahí parte toda su configuración de los hechos. Descarga toda su furia en el muchacho, furia contra la sociedad en la que le ha tocado vivir, con un trabajo odioso y mal pago, cercano a todo lo bajo de la sociedad, unos deseos sexuales reprimidos y juzgados por su entorno.
Este es un intento de reflexión acerca de la vida, de la cotidianidad, de la noche, de todo aquello que nos comprime como seres humanos. Es también un intento de reflexión acerca de la verdad, de esa verdad que todos ocultamos por miedo a lo que pueda generar, que le ocultamos a nuestra familia, a nuestros amigos, a nuestros pueblos.
Así mismo, todos jugamos a una doble moral, jugamos a mostrar una cara “buena” y mantener otra no tanto, y juzgar a los demás, utilizando ese lado “bueno”, pero al mismo tiempo perjudicándolos con el otro. Quizás ese sea el lado verdadero, quizás nuestra naturaleza sea mezquina, o quizás, también seamos victimas de las circunstancias, solo que, por un sinnúmero de motivos que nos inventamos, escondemos esa doble condición de victima/victimario, y no le damos la oportunidad a otros, de conocer de nuestras culpas, nuestros “pecados”, de liberarnos, de sacar todo eso que corroe el ser… quizás esta sea una obra que nos invita al dialogo, a que saquemos eso que está en nuestra interior, pero que ocultamos y nos daña, y en cierto modo, ser libres, ser limpios, a que miremos con los ojos de los otros, nuestro interior, y de ahí sí, construir…